Aprender de los errores
En nuestro proceder diario todos estamos sujetos a realizar acciones desacertadas o equivocadas. Sin embargo, aunque todos cometemos errores, no todos los enfrentamos de la misma manera. La expresión 'de los errores se aprende' no deja de ser un tópico.
Cuando somos conscientes de haber cometido un error sentimos malestar, disgusto, enojo, miedo, frustración, emociones negativas que llevan a autorecriminarnos y avergonzarnos. Algunas personas, en cambio, en lugar de lamentarse deciden aprovechar la experiencia para aprender.
En psicología, los errores pertenecen al proceso de aprendizaje: aprender del error es transformar el sentimiento negativo en motivación para el aprendizaje. Un estudio que publicó la revista Psychological Science concluye que las personas que pensaban que podían aprender de sus errores se recuperaban con éxito después de un error; su cerebro reaccionaba produciendo una señal que dice 'He cometido un error, debería prestar más atención'. Por el contrario, quienes asumen los errores en sentido negativo, experimentan sentimientos de frustración.
La manera de responder a los errores está relacionada con la predisposición cognitiva de cada persona. El sistema cognitivo humano está preparado evolutivamente para funcionar dando mayor relevancia a los eventos negativos que a los positivos, sean reales o previstos. Este fenómeno –que se conoce con el término «sesgo de negatividad»–, afecta a las decisiones que tomamos, nuestra visión del mundo, nuestro concepto de nosotros mismos y en cómo nos relacionamos con los demás. Cada persona tiene este sesgo de negatividad con un nivel mayor o menor de intensidad. Quienes tienen una mentalidad negativa interiorizan más intensamente creencias temerosas y al mismo tiempo piensan que no pueden aprender de los errores, son catastrofistas y poco objetivas, con pensamientos distorsivos del tipo 'si me equivoqué en el pasado, lo volveré a hacer en el futuro'. Asimismo, las personas rígidas e inflexibles son más proclives a formular razonamientos distorsionados que generalizan o amplifican el peso del error y provocan un espiral de realimentación de las emociones negativas.
Qué hacer
- Para poder aprender de un error lo primordial es reconocer el error. “Si susceptible de enmienda es un error, no lo es la necedad” dice uno de los personajes de Benito Pérez Galdós en Los Episodios Nacionales. No es infrecuente que se cometen errores o se toman decisiones equivocadas con una enorme confianza de haber acertado. Si no existe un reconocimiento de que ha habido un error, no se puede eliminar la posibilidad de que vuelva a ocurrir.
- Ante la conciencia de un error es necesario pararnos y reflexionar, asumir la responsabilidad de nuestra conducta, realizar una evaluación objetiva de la acción desacertada o equivocada, analizar qué circunstancias la han propiciado y qué consecuencias tuvieron, buscar explicaciones en lugar de justificaciones o excusas. “Muchos de nuestros fracasos o errores son debidos a que no pensamos en las consecuencias negativas que tuvieron actos pasados”, dice el psiquiatra e investigador Luis Rojas-Marcos.
- Es asimismo importante gestionar las emociones utilizando la razón para disolver las emociones negativas asociadas con sentimientos de fracaso o de incompetencia. El origen de estas desagradables experiencias no se encuentra en nuestras circunstancias, sino en nuestros pensamientos.
- Aunque nuestro cerebro suele tender a la negatividad, es posible superarlo con entrenamiento. La neurociencia nos enseña que aunque nuestro cerebro sea como velcro para experiencias negativas y teflón para positivas –utilizando una expresión del psicólogo Rick Hanson– todo consiste en pasar más tiempo pensando en las cosas positivas; así, nuestro cerebro puede llegar a convertir las experiencias agradables (el placer en una taza de café, el logro en terminar un tarea complicada, el sentimiento agradable de la compañía de una persona querida) en fortalezas internas duraderas incorporadas en nuestro cerebro, haciendo posible que un estado mental pasajero se convierta en un rasgo neurológico duradero.