Hiperpadres
Los cambios sociales de las últimas décadas en las sociedades de nuestro entorno cultural han provocado modificaciones en la estructura tradicional de familia al tiempo que el concepto de crianza ha evolucionado de una forma sustancial. Una de las consecuencias más notorias con respecto a la función educativa de los padres es un cambio en la jerarquía de valores que ha supuesto la entronización de los hijos al convertirlos en el centro de la familia. Así, la vieja educación patriarcal ha sido sustituida por un modelo en el que la primacía de los hijos está llevando a los padres a «darles todo».
Muchos padres viven con ansiedad esta nueva situación. El miedo al futuro de sus hijos les lleva a buscar prepararlos de la mejor manera posible para la vida adulta. Al mismo tiempo, la presión social de un medio que premia solo a los mejores tiene como resultado que la infancia se ha convertido en una especie de training-camp, en la que los niños van de una actividad extraescolar a otra traídos y llevados por sus padres, con agendas repletas de quehaceres, lo que comporta para unos y otros una incesante carga de obligaciones.
Qué es la hiperpaternidad
La hiperpaternidad está relacionada con esta forma de crianza intensiva. Es un fenómeno importado de Estados Unidos, donde los niños y sus logros también se han convertido en un nuevo símbolo de estatus entre las clases medias y altas.
La hiperpaternidad se caracteriza por una atención desorbitada a los hijos, una perpetua supervisión de los mismos y grandes expectativas por lo que hacen, estudian, llevan, tienen o logran. En su afán por entregar a sus hijos lo mejor y construir para ellos un futuro perfecto, los hiperpadres están encima del niño o de la niña constantemente, atendiendo o anticipando cada uno de sus deseos.
La hiperpaternidad se manifiesta sobre todo de dos maneras. Por un lado, persigue la evitación de problemas a los niños. Por otro lado, la hiperpaternidad conduce a una exagerada presión sobre los hijos, que se expresa en actividades extraescolares excesivas.
Consecuencias de la hiperpaternidad
Más allá de sus buenas intenciones, la hiperpaternidad impide el desarrollo de aspectos fundamentales para el proceso de evolución infantil, como son la adquisición de autonomía, capacidad de esfuerzo y el tiempo para jugar. A su vez, genera una desprotección del niño al convertirlo en persona vulnerable. La consecuencia de haber recibido tanta sobreprotección es una incapacidad de resolver problemas por sí mismo y un nivel de tolerancia a la frustración muy bajo. Otro aspecto que también se destaca es la adquisición de actitudes engreídas y una inflada noción de sí mismos.
El psicólogo clínico y psicoterapeuta infantil José Luis Gonzalo Marrodán manifiesta al respecto de la hiperpaternidad que puede hacer de los niños "seres muy inteligentes y competentes a nivel intelectual, pero muy pobres a nivel emocional, creativo, imaginativo, lúdico, de habilidades empáticas y de relación social".
Soluciones:
Una técnica eficaz es lo que se ha denominado la práctica del underparenting o la «sana desatención»: ejercer de padres de forma menos intensa, olvidar las grandes expectativas, relajarse, dejarles crecer en libertad y en autonomía.
Algunas claves sencillas para desarrollarla son:
· No cargar por sistema con las cosas de los hijos, como por ejemplo la mochila.
· No permitir a los niños interrumpir las conversaciones de los adultos cuando solicitan nuestra atención y su demanda no es urgente.
· No recabar su consentimiento en todo momento o preguntarles sistemáticamente por todo (qué comida desean, dónde irá la familia de vacaciones….)
· No utilizar fórmulas coloquiales en plural para referirse a los asuntos exclusivos del hijo ("hoy tenemos un examen", "tenemos que hacer deberes”…)
· No interferir en las decisiones del colegio y cuestionar el criterio o autoridad de los profesores.