La autoestima infantil
Seguridad, afecto y estímulo apropiado a su edad. El estilo de crianza de los padres y la educación emocional que trasfieran a sus hijos en este periodo será determinante de la autoestima inicial del niño, influyendo poderosamente en su manera de sentir y actuar.
El concepto de autoestima tiene en según qué contextos significados tan diversos que en ocasiones resulta nebuloso. De hecho, puede hablarse de tipos diferentes de autoestima y no en todos los casos representa un dato psicológico saludable. José Antonio Marina la define como la idea que tenemos sobre nosotros mismos y sobre nuestras posibilidades y, en términos parecidos, Luis Rojas Marcos afirma que es el sentimiento que acompaña a la valoración global que hacemos de nosotros mismos.
La capacidad para autovalorarnos se desarrolla progresivamente desde la infancia. Lo primero que tiene que adquirir el niño –escribe el profesor Marina– es un sentimiento de seguridad básica, que su modo de estar en la realidad sea seguro, que el mundo no sea un mundo hostil, y eso lo aprende de los padres, lo aprende con sus experiencias familiares y con las relaciones de apego.
La autoestima verdadera no participa de la apología del hay que quererse mucho a uno mismo que se fomenta habitualmente en el coaching emocional, sino que se relaciona con la confianza justificada en uno mismo.
Los tres niveles en los que se desarrolla la verdadera autoestima de los niños son –según José Antonio Marina– el sentimiento de seguridad básica, el sentimiento de la propia competencia y el sentimiento de la propia dignidad.
Para desarrollar una autoestima efectiva en los niños, el refuerzo aprobatorio debe suceder a una acción previa. Cuando el apoyo y el elogio anteceden a la acción, resultan improductivos o contraproducentes. Por eso es aconsejable no “infundir autoestima” mediante frases vacías como 'eres genial' o 'eres el mejor', que en nada acrecientan el sentido del valor del niño.
Lo que es importante –asevera Marina– es que el niño tenga confianza en sí mismo y en sus capacidades. El apoyo y el elogio de los adultos –escribe citando William Damon– son útiles cuando se vinculan al esfuerzo y a los logros reales del niño. Y, reproduciendo palabras de Martin Seligman, enfatiza que el modo en que los padres se esfuerzan por inculcar autoestima a los niños a menudo erosiona el sentido del valor del niño. Al hacer hincapié en lo que el niño “siente” a expensas de lo que “hace” –aprender, perseverar, superar la frustración y el aburrimiento, abordar los obstáculos–, padres y profesores están haciendo a esta generación de niños más vulnerables a la depresión.