La importancia de la actitud para conseguir nuestras metas
Nuestra forma de proceder habitual ante las diversas situaciones de la vida, así como nuestras ideas o valores con relación a los objetos y personas, responde a un patrón en el que se reflejan las valoraciones (favorables o desfavorables), hacia algo o alguien. Esto es lo que se conoce como actitud.
Se puede decir que la actitud es la predisposición que tenemos a obrar, percibir, pensar y sentir. Se corresponde con la forma de ser o de actuar de cada persona. El comportamiento y la actitud no son la misma cosa, pero están relacionadas de manera importante. La actitud es un pensamiento interno que refleja nuestra postura para enfrentar las diversas situaciones de la vida y el ánimo con el que afrontamos una determinada situación. No es lo mismo mirar el mundo con unas gafas de cristal color de rosa que con unas gafas oscuras. Nuestras actitudes son las gafas que cada uno de nosotros utiliza para mirar a su alrededor y a sí mismo, los filtros a través de los cuales percibimos la realidad.
Más allá del optimismo siempre sugestivo que destilan los manuales de autoayuda, en el ámbito de la psicología científica se ha demostrado la importancia que tiene la actitud para conseguir nuestras propias metas.
Las actitudes se fundamentan en tres tipos de componentes:
- Componente cognitivo: Creencias y conocimientos.
- Componente afectivo: Sentimientos y emociones.
- Componente conductual: Experiencias en comportamientos anteriores.
En nuestra vida diaria tomamos decisiones y realizamos elecciones constantemente sobre diferentes circunstancias; frecuentemente también hacemos propósitos, nos marcamos objetivos, formulamos intenciones o emprendemos proyectos sobre un sinfín de asuntos. Nos decimos que deberíamos intentar realizar algo –una tarea, una decisión, enfrentarnos a una realidad de la vida–, pero no pasamos a la acción; pensamos que hay algo que deberíamos estar haciendo, y sin embargo no lo hacemos. Muchas intenciones o decisiones de hacer algo –o de no hacer algo– se quedan en simples enunciaciones como “debería hacer esto” o “debería hacer lo otro”, dentro de un patrón de acciones o deseos inalcanzable.
Esta forma de proceder genera una desarmonía entre las ideas, creencias y emociones y el comportamiento. La falta de congruencia entre lo que sentimos/pensamos, decimos y hacemos ocasiona un desgaste emocional intenso e innecesario que podríamos contener modificando nuestra actitud. Para ello deberemos estructurar nuestros pensamientos de manera más funcional y constructiva.
El conocimiento y las habilidades más la motivación y el esfuerzo es lo que hace posible conseguir nuestros objetivos. Cuando nuestras aspiraciones y nuestra voluntad se orientan en una misma dirección, es más fácil alcanzar la meta.
Para cambiar de actitud nos puede servir de orientación estas sencillas instrucciones:
- Establecer un compromiso con nosotros mismos.
- No quedarse en el pensamiento del “debería”, sino pasar a la acción.
- Ponerse metas claras, medibles y adaptadas a nuestra realidad.
- Aceptar que hay ciertos objetivos que están fuera de nuestro alcance; la fórmula no es “querer es poder” sino “querer es un requisito para poder”.
- Reconocer que una gran parte de lo que nos sucede, es el resultado de nuestras decisiones y conductas.