La necesidad de notoriedad

Existe una presión social desmedida para ser una persona de éxito, por lo que nuestra valía como personas depende en gran medida de los triunfos profesionales y del estatus social alcanzado.
Vivimos en un mundo de imagen. En mayor o menor medida, todos queremos ser percibidos de una manera atractiva. En algunas personas, sin embargo, se desencadena una necesidad imperiosa de notoriedad que les lleva a crearse una identidad visual ficticia e inventada para enfatizar aquellos aspectos de su vida personal y social según una iconografía totalmente idealizada que es solo una realidad ficticia e inventada. La psiquiatra francesa Marie-France Hirigoyen expresa al respecto: «Vivimos en un sistema en el que para triunfar hay que ser guapo, inteligente y dar la impresión de ser plenamente feliz… Lo que importa no es lo que eres, sino lo que das a entender que eres…Yo no soy yo, sino lo que me conviene que piensen que soy».
Ese deseo de forjarse modelos de comportamiento que se consideran exitosos crea una disonancia entre lo que somos y lo que queremos proyectar que somos, entre la persona real y la que aspiramos a representar. Lo que importa de verdad es parecer ser: parecer ser interesante, parecer ser fantástico, parecer ser feliz.
La necesidad de estetizar la vida está relacionada con la construcción de personalidades ficticias, 'falsos yo', y se caracteriza por una destacada necesidad de significancia y notoriedad, por una búsqueda desmedida de aprobación, de sentirse importantes, de obtener una valoración positiva de los demás y conquistar el reconociendo ajeno. En algunos casos, el deseo de sobresalir a toda costa, de querer distinguirse, lleva a construirse vidas enteras falsas en las que la persona es absorbida por el personaje que ambiciona encarnar.
La dinámica de las redes sociales ha contribuido poderosamente a aumentar este 'exhibicionismo social', fomentando verdaderos reinados de apariencias y simulación, de seducción impostada y lucimiento efervescente, sin otro objeto que alimentar artificiosamente el ego propio. El deseo insatisfecho fabrica una vida envidiable, idílica y perfecta que se convierte en metáfora de los deseos y la promesa de satisfacción.
Los motivos que llevan a estas conductas suelen estar relacionados con el ansia de notoriedad, con una vanidad desaforada, también con la moda, aunque muy en consonancia con el paradigma de valores de hiperindividualismo narcisista que promueve nuestra sociedad. No tener una identidad exitosa e impecable es equivalente a fracaso. Es necesario estar al tanto de las últimas tendencias, seguir los dictados de la moda del instante (gastronómica, deportiva, viajera…), escenificar intereses, modales y maneras cool.
Lo que revela esa necesidad de notoriedad es la insatisfacción y frustración de lo que a la persona le habría gustado ser o alcanzar. Refleja asimismo una personalidad emocionalmente dependiente de las valoraciones ajenas, de ahí que la búsqueda de significancia a través del reconocimiento de otros. Finalmente, enmascara las debilidades personales, una baja autoestima, la falta de seguridad y confianza en uno mismo; también un deseo de ser aceptados y amados.
En el mundo real y efectivo –como expresa el community manager Carlos Fernández Guerra– «nadie es tan guapo como en su Instagram... ni tan feo como en su foto de DNI».