Sharenting y el derecho a la intimidad de los menores en las redes sociales
Hoy las redes sociales, como Youtube, Facebook o Instagram, se han convertido en una parte de nuestras vidas. Las usamos no sólo para estar al día de lo que pasa en el mundo, sino también para mantenernos en contacto con nuestros amigos o familiares, para conocer a gente nueva, para exponer qué pensamos o qué hacemos. Muchas de nuestras interacciones con los demás las hacemos actualmente a través de las redes sociales, a las que percibimos como una fuente de innumerables beneficios y ventajas, aunque también generan efectos nocivos.
Una de las consecuencias menos saludables de este fenómeno es la sobreexposición en la que cada vez más personas incurren, colgado en la red toda su vida (fotos, viajes, actividades de ocio, opiniones, gustos…). Existe en no pocos usuarios de redes sociales una verdadera histeria de publicar todo lo que hacen, cada paso que dan en su día a día, narrando el instante en tiempo real para que los demás los puedan ver, admirar y darles un «me gusta».
Podemos considerar que aparte de las connotaciones psicológicas que esas prácticas revelan –exhibicionismo, narcisismo, búsqueda de aprobación y reconocimiento, recreación de un falso sentimiento de pertenencia…–, una persona adulta tiene el derecho a decidir qué parcelas de su intimidad quiere compartir con todo el mundo. Sin embargo, muchos padres comparten en internet con idéntico frenesí la vida de sus hijos, incluso antes de que nazcan, sin pensar en las consecuencias.
A la conducta de publicar de forma masiva información y datos de los menores en internet por parte de sus padres o familiares se denomina sharenting (combinación de share–compartir y parenting–crianza), práctica ante la que cada día se alzan más voces que la desaconsejan entre expertos en psicología, derecho, educación, redes sociales, responsables policiales o defensores del menor.
Según manifiesta Manuel Ransán, experto en ciberseguridad del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), en internet “la gente tiende cada vez más a formas de comunicación muy públicas; se busca socializar, obtener reconocimiento.... y eso tiene ventajas pero muchas veces no se dan cuenta de que están vulnerando su privacidad y la de su familia". Más categórico se expresa Tim Barners-Lee, creador de la World Wide Web (WWW)], cuando afirma que en la web “hemos perdido el control de nuestra información personal”.
La conclusión de los expertos es que se están generalizando unos usos que vulneran el derecho a la intimidad de los menores. Más allá de que la información personal que se pone en la red pueda generar problemas de ciberacoso o que no se tenga absoluta certeza de a dónde va a parar –hay programas que utilizados por manos expertas permiten vulnerar la configuración de privacidad–, los padres deben tomar conciencia clara de que sus hijos son una parte independiente con su propia vida y tienen sus propios derechos, por lo que su vida privada no se puede suplantar en la de los padres; éstos tienen obligación de respetarla y cuidarla, pero corresponde a los hijos decidir el día de mañana qué hacer con su imagen. Quizá deberíamos preguntarnos qué mensaje estamos comunicando a un hijo cuando compartimos información personal suya que debería ser privada y qué hábitos le estamos enseñando.